El principal indicador, y el más visible y orientador para las personas consumidoras, es el de la eficiencia energética. A través de esta clasificación, se establece una clase de eficiencia energética, desde la letra A (correspondiente al color verde, que indica la mayor eficiencia) hasta la letra G (de color rojo y menor eficiencia).
El etiquetado también aporta detalles como el nombre o la marca comercial del proveedor o fabricante, el modelo del aparato, el consumo anual de electricidad, el ruido, y también nos informa a través de pictogramas sobre diferentes características del aparato.
El consumo no sólo puede reducirse con los aparatos más eficientes. Ajustar correctamente la temperatura y evitar un uso innecesario son hábitos que conllevan un menor gasto de energía y un mayor ahorro en la factura.
Hay que tener en cuenta también que el consumo puede variar según el emplazamiento del aparato. Hay que alejarlos de la luz directa del sol y de fuentes de calor (hornos, vitrocerámicas, etc.), y cuando se utilicen debemos cerrar las puertas y ventanas para evitar el derroche de energía.