Desde muy
antiguo, se sabe que la cal puede destruir los microbios que causan
algunas enfermedades. Por eso, hace unos cuatrocientos años, para alejar los
peligros de la peste, se ordenó encalar todas las casas de
Andalucía.¡Y el resultado fue sorprendente! No sólo se evitó que la enfermedad
se extendiera, sino que sus pueblos y ciudades aparecieron ante los ojos de sus
habitantes con una belleza oculta hasta entonces.
Además, los
andaluces pudieron comprobar que, durante los calurosos días del verano, sus
casas permanecían más frescas que antes. La explicación era bien sencilla: el
color blanco de los muros no absorbían el calor del exterior. Fue entonces
cuando surgió la costumbre de blanquear las casas todos los años.
Es una pena que se pierda la costumbre de encalar las casas por los efectos beneficiosos que tenían para la población. En Andalucía existe una zona que se la conoce por los pueblos blancos, ya que deben su nombre a la costumbre de sus habitantes de encalar frecuentemente las fachadas de las casas.