Durante siglos los muertos se enterraban dentro de las iglesias, templos parroquiales o conventos. Los ricos, los nobles y los clérigos se enterraban en las capillas que se mandaban construir para ellos. Fue en el siglo XIX cuando se puso fin a la poco saludable costumbre de enterrar a los muertos en los templos. Entonces comenzaron a construirse cementerios en las afueras de las ciudades y pueblos. Sin embargo, la persona más antigua enterrada en el cementerio municipal de Lopera data del año 1697.
Esta conmemoración del día de Todos los Santos es una mezcla entre pagana y religiosa. No es extraño que esta festividad del culto a los muertos tenga lugar justamente en otoño. Las fiestas de Todos los Santos y Difuntos son, en sus raíces, fiestas otoñales que anuncian la inminente llegada del invierno. En definitiva, un momento de reencuentro entre el mundo de los muertos y el de los vivos.